Robin Williams fue uno de esos actores capaces de hacerte reír a carcajadas y, en la siguiente escena, arrancarte lágrimas. Desde Jumanji y La sociedad de los poetas muertos, pasando por Papá por siempre, su carrera estuvo llena de personajes entrañables que lo convirtieron en un ícono del cine de los 80, 90 y principios de los 2000. Como pocos, Williams tenía la extraña habilidad de moverse entre la comedia más alocada y el drama más conmovedor, siempre con la misma intensidad.
En ese contexto, a nadie le habría sorprendido que Williams quisiera ser parte de un fenómeno cultural tan grande como Harry Potter. Todos podrían imaginarse por un momento lo que habría sido verlo caracterizado como Hagrid, el guardián bonachón del bosque prohibido, enorme en tamaño pero todavía más grande en ternura. Con su carisma y calidez, habría encajado perfecto en el papel del guardabosques de Hogwarts y seguramente lo habría convertido en uno de los personajes más recordados de la saga.
Sin embargo, lo que parecía un sueño alcanzable jamás se concretó. Y no fue por falta de talento ni por problemas de agenda. La razón tenía que ver con un detalle muy específico, que no sólo sacó a Williams de la jugada, sino a muchos actores talentosos más.
La regla inflexible del casting
Cuando Warner Bros. puso en marcha la adaptación de los libros de J.K. Rowling, hubo una condición que los productores y la autora dejaron muy clara: el elenco principal debía estar conformado por actores británicos. Querían que el mundo mágico de Hogwarts mantuviera una autenticidad cultural, y eso incluía acentos, costumbres y un reparto que representara fielmente la esencia británica de las novelas.
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Williams, quien estaba fascinado con la idea de sumarse a la franquicia, mostró interés en interpretar a Rubeus Hagrid, el entrañable semigigante amigo de Harry. Sin embargo, su entusiasmo se topó con un muro inamovible: la "regla británica". Por más ganas que tuviera, su nacionalidad estadounidense lo dejó fuera del proyecto.
Una decisión polémica, pero necesaria
Aunque su exclusión fue dolorosa, la regla de mantener el casting británico ayudó a construir la identidad de la saga. Fue esa autenticidad la que dio a Hogwarts y a sus personajes una coherencia que encantó al público de todo el mundo. A fin de cuentas, Robbie Coltrane terminó apropiándose de Hagrid de tal forma que incluso J.K. Rowling declaró que era exactamente lo que había imaginado al escribir el personaje.
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Eso no significa que la idea de Robin Williams quedara en el olvido. De hecho, con los años, varios directores y miembros del equipo han recordado cómo el actor mostró interés y lamentaron no poder incluirlo. Para Williams, que adoraba conectar con el público joven, habría sido un papel soñado.