Martin Scorsese ha dirigido obras maestras como Taxi Driver, Buenos muchachos o El irlandés. Su larga filmografía está llena de personajes intensos y moralmente ambiguos. Hoy, Scorsese es sinónimo de cine fuerte, real y de historias humanas en su punto más crudo.
Por eso, cuando el legendario director habla de cuál considera una de las películas más perfectas de todos los tiempos, muchos se sorprenden al descubrir que no tiene nada que ver con crimen, ni con violencia, ni con pecado. De hecho, su elección podría ser la más optimista y musical que existe.
Un mundo de color en una época gris
Para Martin Scorsese, El mago de Oz de 1939 es una obra maestra tan impecable que la llama "un milagro cinematográfico". El asombro del cineasta por la historia viene desde su infancia. Él ha contado que vio la película por primera vez en televisión, cuando era niño, y que lo dejó marcado para siempre. En una entrevista con Far Out Magazine, el cineasta explicó que, cada vez que la ve, le resulta difícil creer que una producción así haya sido posible en aquella época.
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"Todo en ella —la música, los colores, la puesta en escena— está tan perfectamente equilibrado que no puedes imaginarla de otra forma. Es, literalmente, un milagro", fueron sus palabras, que para muchos no son exageración alguna. Estrenada a finales de los 30 y dirigida por Victor Fleming, El mago de Oz fue un antes y un después para Hollywood. Su uso revolucionario del Technicolor, su mezcla de fantasía y emoción, y el inolvidable papel de Judy Garland como Dorothy la convirtieron en una joya que todavía brilla más de 80 años después.
Un milagro técnico y emocional
Más allá de su historia, El mago de Oz fue una proeza de técnica. En 1939, hacer una película a color ya era complicado, por lo que crear un mundo completamente fantástico lo era aún más. Desde los decorados hasta el maquillaje de los personajes, como el León Cobarde o el Espantapájaros, cada detalle se convirtió en un desafío para los estudios de la época.
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Pero lo que más destaca Scorsese es que, a pesar de todos los trucos y artificios, la película nunca pierde su corazón. Hay algo puro en ella, como una historia hecha con amor y convicción absoluta en el poder del cine. Y ese poder, precisamente, es lo que lo inspira hasta hoy. Scorsese suele decir que El mago de Oz le enseñó que el cine puede ser tanto arte como magia, una experiencia que va más allá de la lógica o la técnica.