No todas las historias de terror nacen en la ficción. Algunas, las más inquietantes, salieron directamente de la vida real. Antes de que existieran asesinos como Norman Bates de Psicosis, Hanibal Lecter de El silencio de los inocentes o Leatherface de La masacre de Texas, hubo un hombre que inspiró ambos. Su nombre era Ed Gein, y lo que ocurrió en su granja en Wisconsin en 1957 cambió para siempre la forma en que entendemos el horror.
Todo empezó una noche fría, cuando la desaparición de una mujer del pueblo encendió las alarmas. Era un lugar pequeño, de esos donde todos se conocen y las puertas rara vez se cierran con llave. La policía comenzó una búsqueda rutinaria, siguiendo huellas, haciendo preguntas, tocando puertas. Hasta que alguien mencionó el nombre de un vecino solitario, callado, que vivía en una vieja granja a las afueras: Ed Gein. Nadie imaginaba lo que estaban por encontrar.
Un infierno a la vuelta de la esquina
Cuando los agentes entraron en la propiedad, descubrieron el verdadero infierno. Ed Gein confesó haber asesinado a dos mujeres locales y haber cometido numerosos robos de tumbas. Pero eso no fue lo más perturbador. Dentro de su casa, la policía halló restos humanos transformados en objetos domésticos: lámparas hechas con piel, cuencos tallados en cráneos y sillas tapizadas con cuero humano. Cada rincón del lugar parecía salido de una pesadilla.
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Los detalles del caso estremecieron a todo el país. Era difícil de creer, incluso para los investigadores más experimentados. Los titulares se multiplicaron, los periodistas acamparon fuera de la propiedad y el nombre de Gein se convirtió en sinónimo de locura. La historia era tan grotesca que, con el paso de los años, se transformó en una fuente de inspiración para el cine y la literatura de terror.
Después del arresto...
Lo más inquietante es que, según los registros policiales, Ed Gein no era el monstruo violento que todos imaginaban. En el pueblo lo describían como "educado, aunque extraño". Vivía solo, asistía ocasionalmente a los vecinos y cuidaba la granja después de la muerte de su madre, Augusta, una mujer profundamente religiosa que marcó cada aspecto de su vida. Su obsesión con ella, y su incapacidad para separarse emocionalmente, fue el inicio de su descenso.
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Tras su arresto, Gein fue diagnosticado con esquizofrenia y declarado mentalmente incompetente para enfrentar un juicio. Pasó el resto de su vida en instituciones psiquiátricas, donde permaneció hasta su muerte en 1984. Nunca mostró signos de arrepentimiento, aunque a veces parecía no comprender del todo la magnitud de sus actos.
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La granja, por su parte, se convirtió en un símbolo maldito. Después de que se quemó a finales de los 50, los rumores no tardaron en surgir: algunos decían que el incendio fue intencional, un intento del pueblo por borrar aquel horror de la faz de la tierra. Otros aseguraban que fue un accidente. Nadie lo sabe con certeza. Lo único claro es que el terreno donde alguna vez estuvo la casa de Ed Gein sigue siendo un sitio del que los habitantes prefieren no hablar.