Si creías que lo habías visto todo con Salvando al soldado Ryan, Oppenheimer o 1917, hay algo que pocos han disfrutado antes. Antes de los efectos digitales, los drones y las cámaras de alta velocidad, hubo una película que llevó las escenas de guerra al límite de lo imaginable. Esta producción fue tan descomunal que dejó a Hollywood con la boca abierta y hasta hoy sigue siendo la batalla más cara jamás filmada.
Esa locura cinematográfica se llama Guerra y Paz, la monumental adaptación soviética de la obra de León Tolstói estrenada en 1966. Esta es una epopeya tan colosal que redefinió lo que significaba hacer una película bélica.
Un rodaje de proporciones absurdas
La palabra "gigante" se queda corta. Para filmar Guerra y Paz, el director Sergei Bondarchuk reunió a más de 10 mil extras, la mayoría soldados reales del ejército soviético. Las cámaras captaron escenas que parecían sacadas de un sueño real: líneas interminables de infantería, caballos entre explosiones, y un campo de batalla que ardía durante horas.
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Sólo la recreación de la Batalla de Borodinó, el enfrentamiento central entre las tropas rusas y las napoleónicas, duró más de una hora en pantalla. Una hora de disparos, humo, cañones y caos absoluto, que todavía hoy luce más real que muchas superproducciones modernas.
Para lograrlo, se usaron 23 toneladas de pólvora, auténticas armas históricas y un ejército de técnicos, camarógrafos y coordinadores que trabajaron durante meses. El presupuesto: el equivalente a 96 millones de dólares en su momento. Si se hiciera hoy, costaría cerca de 700 millones de dólares, una cifra que ni Marvel ni James Cameron se atreverían a aprobar.
Una respuesta soviética al Hollywood de los 60
Lo más fascinante es que Guerra y Paz no nació sólo como un proyecto artístico, fue también una declaración política. En plena Guerra Fría, el gobierno de la Unión Soviética financió la producción para demostrar que ellos también podían crear una superproducción del tamaño de Ben-Hur o Lawrence de Arabia.
Bondarchuk, además de dirigir, interpretó a Pierre Bezukhov, el protagonista atormentado de la novela. Su visión era ambiciosa: quería llevar al cine toda la complejidad filosófica de Tolstói, su mirada sobre la guerra, el destino y la naturaleza humana. Y lo hizo con un nivel de detalle que hoy resulta casi imposible imaginar.
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El rodaje duró más de seis años, y el resultado final fue un largometraje de siete horas, dividido en cuatro partes. Cada una con su propio tono, estilo visual y ritmo.
Hoy, más de medio siglo después, Guerra y Paz sigue siendo una lección sobre lo que el cine puede lograr cuando se combina arte, locura y pasión. Es una cinta que no sólo busca mostrar la guerra, sino entenderla. Detrás de cada batalla hay humanidad, amor y tragedia.