A lo largo de la historia del cine, las celebraciones que se transforman en pesadillas han sido un recurso eficaz para explorar los límites del miedo y la supervivencia. Midsommar, de Ari Aster, convierte un festival veraniego en un ritual pagano de horror; Hostel de Eli Roth y The Descent de Neil Marshall muestran cómo un viaje de placer puede volverse un infierno de tortura o claustrofobia; mientras que Bodies Bodies Bodies satiriza las dinámicas sociales de una fiesta juvenil que termina en violencia y paranoia.
En las alturas, la celebración se convierte en un infierno: ‘Pánico en las alturas’ en Prime Video
En ese mismo registro se inscribe Pánico en las alturas, disponible en Prime Video, un thriller ruso que convierte una noche de celebración de Año Nuevo en una pesadilla suspendida entre el cielo y el abismo. Dirigida por Tigran Sahakyan, la película condensa en apenas 80 minutos la angustia del encierro y la desesperación humana frente al peligro extremo, situando su relato en un espacio tan reducido como inestable: una cabina de teleférico colgando a más de 100 metros de altura.
La historia sigue a un grupo de cinco amigos que viajan a las montañas para recibir el año nuevo con una fiesta inolvidable. Cuando llegan tarde a la estación del teleférico, convencen al operador, cansado y de mal humor, de realizar un último ascenso. El grupo (formado por Katya, su novio Kirill, los enamorados Denis y Vik, y el bromista Roma) sube a la góndola sin imaginar que será su viaje más aterrador. Una cadena de accidentes y negligencias los dejará atrapados en pleno invierno, en medio del silencio glacial.
Attraction Film Company
Supervivencia y miedo en 80 minutos: la experiencia extrema de ‘Pánico en las alturas’
La película inicia con un tono festivo y ligero, pero pronto se transforma en una experiencia opresiva. Los personajes, enfrentados al frío, el hambre y la tensión psicológica, comienzan a perder el control. La desesperación se convierte en violencia, y la solidaridad inicial da paso al egoísmo y la locura. Como en Frozen de Adam Green, el terror no proviene de un monstruo o una amenaza externa, sino del propio instinto de supervivencia y del colapso emocional de quienes comparten un destino sellado.
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Visualmente, Pánico en las alturas aprovecha los paisajes montañosos y la sensación de aislamiento para reforzar su atmósfera. Aunque gran parte de las tomas exteriores parecen apoyarse en metraje de archivo, el contraste entre la vastedad del entorno y el diminuto espacio de la cabina crea una tensión efectiva. El realizador combina planos cerrados con la inmensidad del paisaje para acentuar la vulnerabilidad de los protagonistas, como si la naturaleza misma los observara, indiferente a su sufrimiento.
A pesar de su potencial, el filme no logra desarrollar plenamente a sus personajes ni mantener la intensidad emocional que exige un relato de supervivencia. La evolución psicológica de los protagonistas resulta abrupta, y los giros argumentales, en especial la transformación de uno de ellos en un agresor violento, parecen forzados. Sin embargo, la interpretación de Irina Antonenko como Katya aporta cierta humanidad y fragilidad al conjunto, encarnando la figura clásica de la “final girl” que sobrevive a costa de perderlo todo.