Antes de unirse al universo de Depredador con Tierras salvajes, Elle Fanning interpretó a otra figura vinculada con la creación y el horror: la autora de Frankenstein. En 2018, la actriz protagonizó Mary Shelley, un biopic dirigido por la cineasta saudí Haifaa Al-Mansour que pasó desapercibido en su estreno, pero que hoy puede redescubrirse a propósito del furor causado por la versión de Frankenstein de Guillermo del Toro, pero también como un retrato sensible sobre el origen del mito moderno del monstruo y el precio de ser mujer en un mundo que no estaba preparado para escucharla.
Elle Fanning encarna a la autora de ‘Frankenstei’n en una película que pasó injustamente desapercibida
Al-Mansour, reconocida por Wadjda: La bicicleta verde, la primera película filmada íntegramente en Arabia Saudita y dirigida por una mujer, llevó al cine un guion de Emma Jensen centrado en la juventud de Mary Wollstonecraft Godwin. La directora muestra cómo, en una época dominada por la voz masculina, una escritora de apenas 18 años fue capaz de imaginar una historia sobre la creación y la soledad que cambiaría la literatura para siempre. La película no busca el terror gótico, sino la emoción íntima que da origen al mito: la experiencia de una mujer que convirtió el dolor en arte.
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Elle Fanning encarna a Mary con una mezcla de fragilidad y determinación. Su interpretación transmite la pureza y la rebeldía de una joven que desafía las normas sociales sin renunciar a su humanidad. Como ya lo había hecho en El demonio neón, la actriz combina belleza etérea y fuerza interior, logrando que Shelley no sea una heroína idealizada, sino una mujer que resiste las heridas de un mundo injusto. Frente a ella, Douglas Booth interpreta a un Percy Shelley seductor y vanidoso, mientras que Tom Sturridge se desborda como un Lord Byron excéntrico y autodestructivo.
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Haifaa al-Mansour y el desafío de filmar la génesis de un mito literario
La película evita los grandes paisajes europeos y las referencias directas al castillo de Frankenstein, optando por un tono más íntimo y doméstico. En lugar de la ciencia y los rayos eléctricos, Mary Shelley se adentra en la pobreza, los amores imposibles y las pérdidas personales que moldearon la imaginación de su protagonista. Desde la huida con Percy hasta las dificultades económicas y la publicación anónima de su novela, la cinta muestra que el verdadero monstruo no fue su criatura, sino la indiferencia del mundo literario hacia una autora demasiado joven y demasiado brillante.
Visualmente, la cinta es un placer gótico. El diseño de vestuario de Caroline Koener y la dirección de arte de Kevin Downey crean un entorno que combina rigor histórico y sensualidad visual. La fotografía de David Ungaro, con cielos violetas, tormentas eléctricas y bosques húmedos, traduce al lenguaje cinematográfico la poesía de una mente que veía belleza incluso en el caos. Sin embargo, esa misma belleza es también una de las críticas que recibió la película: su exceso de lirismo a veces interfiere con la intensidad emocional de los personajes.
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El guion de Jensen, aunque bien documentado, cae en momentos en un tono expositivo. Las conversaciones entre Mary y Percy repiten ideas o sentimientos ya evidentes, y algunos pasajes se sienten forzados o mal conectados, como si el relato estuviera, literalmente, “cosido” por partes. Esta estructura fragmentada recuerda a la propia criatura de Frankenstein: imperfecta, pero llena de vida. Pese a sus fallas, el filme conserva una honestidad que lo hace valer la pena, especialmente en sus pasajes más íntimos, donde Fanning encarna la fortaleza silenciosa de una mujer adelantada a su tiempo.