Durante los años noventa, pocas figuras en Hollywood lograron un magnetismo tan fuerte como Winona Ryder. Mientras Quentin Tarantino redefinía la violencia cinematográfica con Perros de reserva y Macaulay Culkin arrasaba en taquilla con Mi pobre angelito, fue Ryder quien capturó la atención pública con una carrera que combinó sensibilidad, rebeldía y una identidad subcultural única que marcó a toda una generación.
Su ascenso fue tan rápido como contundente. En 1988, cautivó a la audiencia con Beetlejuice, la comedia gótica donde compartió pantalla con Alec Baldwin, Michael Keaton y Geena Davis. Ese mismo año consolidó su espíritu alternativo en Heathers, una sátira adelantada a su tiempo donde formó una dupla icónica con Christian Slater. El guion de Daniel Waters no solo la enamoró: se convirtió en una pieza que sigue revisitando con fascinación.
El legendario cineasta que ganó el corazón de Winona Ryder
Sin embargo, ni Tim Burton ni los creadores de Stranger Things ocupan el lugar más especial en su corazón. Ese honor lo reserva para un cineasta cuya presencia y legado han definido tanto la historia del cine moderno como su propia carrera, apareciendo en un punto decisivo de la trayectoria de Ryder: su participación en La edad de la inocencia.
Estrenada en 1993, la película reunió un elenco impresionante encabezado por Daniel Day-Lewis y Michelle Pfeiffer, bajo la dirección de Martin Scorsese. Para Ryder, formar parte de esta adaptación de la novela de Edith Wharton significó un salto emocional y profesional. El perfeccionismo del director, su sensibilidad para el detalle y su amor por el cine hicieron que la experiencia fuera, según ella, irrepetible.
Columbia Pictures
¿Cómo influyó Martin Scorsese en la trayectoria de Winona Ryder?
Años más tarde, durante la ceremonia del American Film Institute que homenajeó a Scorsese con el Director’s Award for Lifetime Achievement, Ryder reveló públicamente la magnitud de su admiración. Entre bromas, confesó que ningún otro cineasta habla tanto y tan apasionadamente de otros directores como él. En su discurso, Ryder fue directa: él es, para ella, “el mejor director del mundo”.
Recordó cómo su colaboración en La edad de la inocencia marcó su vida y cómo el también director de Taxi Driver y Toro salvaje logró inspirarla no solo como actriz, sino como amante del cine. Su respeto se basa en una combinación única: rigor artístico, sensibilidad humana y un conocimiento casi enciclopédico de la historia del medio. Su devoción, expresada sin reservas, confirma algo que Hollywood reconoce desde hace décadas: pocos directores han logrado influir tanto en generaciones enteras. Y para Ryder, simplemente, no hay otro igual.