A una semana del estreno de Avatar 3: Fuego y cenizas, resulta oportuno revisitar Avatar: El camino del agua, disponible en Disney+. La segunda entrega de la ambiciosa franquicia de James Cameron no solo expande el mundo de Pandora, sino que demuestra por qué sigue siendo una experiencia cinematográfica pensada para verse en la mejor pantalla posible.
James Cameron redefine el realismo de los océanos en ‘Avatar: El camino del agua’
Cameron regresa triunfalmente a Pandora con una epopeya visual sin precedentes. En esta secuela, estrenada en 2022, el director sumerge al espectador en un océano alienígena rebosante de aventura, violencia, tragedia y retribución. La invasión humana se intensifica y enemigos que parecían derrotados renacen para amenazar todo aquello que Jake Sully (Sam Worthington) y su familia han construido. Para muchos especialistas y espectadores, Avatar: El camino del agua es, sin exagerar, la mejor película en 3D jamás filmada.
20th Century Studios
Quince años después de la expulsión de la RDA, Jake y Neytiri (Zoe Saldaña) han levantado de nuevo al clan Omaticaya. Su familia crece con Neteyam, Lo’ak, Tuk y Kiri, cuya misteriosa conexión con Eywa impulsa una parte esencial del relato. A ellos se suma Spider, el joven humano criado entre los Na’vi. Este núcleo familiar es el corazón emocional de la secuela y el motor que impulsa las decisiones y conflictos que sostienen la trama.
El regreso de la RDA marca el punto de no retorno. Nuevas naves aparecen en el cielo de Pandora, confirmando los temores de Jake. General Ardmore (Edie Falco) lidera una fuerza devastadora equipada con tecnología más avanzada y, sobre todo, con avatares recombinantes tan fuertes como los propios Na’vi. La amenaza es total: para proteger a su familia y a su pueblo, Jake debe huir hacia las regiones oceánicas del planeta y buscar refugio entre los Metkayina, pese a la desconfianza inicial de este clan.
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Drama, innovación tecnológica y un universo oceánico inolvidable en ‘Avatar 2’
Uno de los grandes aciertos del filme es la manera en que Cameron transfiere el protagonismo a la nueva generación. Los hijos de Jake representan nuevas tensiones y dinámicas que enriquecen el relato: la rebeldía de Lo’ak, la sensatez de Neteyam, la espiritualidad de Kiri y la ingenuidad de Tuk. Entre ellos se manifiestan conflictos que serán cruciales para entender el futuro de la saga y las consecuencias que se desprenden de vivir entre la guerra y el exilio.
La apuesta técnica vuelve a ser monumental. El también director de Terminator y Titanic prescinde de largas explicaciones y lanza al espectador directamente a una trama densa, repleta de nuevas criaturas, escenarios y culturas. Su obsesión por el océano se manifiesta en cada secuencia submarina y en la dolorosa representación de la depredación humana. Los tulkun, majestuosas criaturas con gran inteligencia, se convierten en símbolo de la violencia extractivista que amenaza no solo a Pandora, sino a cualquier mundo sometido a la avaricia humana.
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Visualmente, Avatar: El camino del agua es un espectáculo que desafía los límites de la tecnología. Con más de tres horas de duración, la película transcurre con una fluidez hipnótica gracias al uso del HFR (High Frame Rate), la captura de movimiento submarina y un diseño visual que supera cualquier referente previo. Cameron confirma una vez más por qué sus proyectos, tan criticados antes de estrenarse, terminan dominando la conversación mundial y redefiniendo los estándares de la industria.