Si quieres una historia de amor real y cínica, busca este drama indie, para ser testigo de cómo el amor nace y muere al mismo tiempo en la pantalla
Sergio Negrete
Sergio Negrete
-Redactor
Mi infancia estuvo repleta de películas de Disney en VHS. Bien podría ser un personaje de 'El diario de Bridget Jones', 'Fleabag' o 'Parks and Recreation'

Si buscas una historia de amor distinta, honesta hasta el extremo y sin promesas falsas, esta es una apuesta segura. Porque hay películas que hablan de cómo el amor empieza. Y otras, como esta, que se atreven a mostrar cómo también puede terminar.

El cine indie siempre ha tenido una habilidad especial para meterse donde otras películas no quieren. No busca finales felices a la fuerza ni historias perfectamente cerradas. Al contrario: prefiere dejar heridas abiertas. Por eso títulos como Donnie Darko, con su caos emocional adolescente, Amnesia, que juega con la memoria y la identidad, o Pequeña Miss Sunshine, que retrata a una familia rota con humor incómodo, siguen siendo referentes.

Estas películas tienen algo en común: no endulzan para nada la realidad. Observan a sus personajes con crudeza, a veces con ternura, pero nunca con condescendencia. Y cuando el cine independiente se mete con el amor, el resultado suele ser todavía más incómodo y honesto. Justo en ese punto existe una obra que se ha vuelto referencia obligada del desamor moderno.

Triste San Valentín
Triste San Valentín
Fecha de estreno 18 de marzo de 2011 | 1h 54min
Dirigida por Derek Cianfrance
Con Ryan Gosling, Michelle Williams, Mike Vogel
Medios
3,7
Usuarios
3,0

Un San Valentín que no promete nada

Esa película es Blue Valentine, conocida en español como Triste San Valentín. Lejos de idealizar el romance, la cinta se adentra en la intimidad de un matrimonio contemporáneo para mostrarlo en todas sus grietas. Aquí seguimos a David y Cindy, una pareja que lleva años junta y que parece atrapada en un punto muerto emocional.

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Ella trabaja como enfermera en una clínica médica, tiene aspiraciones, opciones y una sensación clara de crecimiento personal. Él, en cambio, sigue anclado al mismo lugar emocional donde comenzó la relación. No ha cambiado, no ha avanzado y, sobre todo, no sabe cómo lidiar con el hecho de que su esposa sí lo ha hecho. Tienen una hija pequeña, Frankie, y una vida que funciona, hasta que deja de hacerlo.

Amar también es recordar

Uno de los mayores aciertos de Blue Valentine es su estructura. La película no avanza de forma lineal. Salta entre el pasado y el presente, mostrando el nacimiento del amor y su deterioro casi en paralelo. La emoción inicial, la pasión juvenil, las risas espontáneas, todas contrastan brutalmente con las discusiones, el cansancio y la distancia emocional.

Netflix Junkie

El conflicto central de la película no es el amor que se pierde, sino la incapacidad de crecer al mismo ritmo. Cindy se convierte en una mujer con oportunidades, mientras David sigue siendo prácticamente la misma persona de siempre. Él no logra aceptar ni el crecimiento profesional de su esposa ni su propia falta de evolución.

El día de San Valentín, ambos deciden dejar a su hija con alguien más y escaparse juntos por una noche. No para celebrar, sino para comprobar algo que ninguno se atreve a decir en voz alta: si su matrimonio aún puede salvarse o si ya cruzaron un punto sin retorno.

Sexo, deseo y desencanto

Blue Valentine no tiene miedo de mostrar la sexualidad desde distintas etapas. Desde el deseo impulsivo y torpe del primer amor hasta la intimidad incómoda, casi mecánica, de una relación que ya no sabe cómo tocarse. Todo está filmado con una cercanía que incomoda y que te ayuda a entenderte.

La película habla del enamoramiento, del sexo juvenil, del entusiasmo inicial y luego del desencanto, la frustración y la discordia. De cómo dos personas pueden amarse profundamente y, aun así, hacerse daño sin querer.

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