¡Ten cuidado! Es posible que no te recuperes del final de esta película
Desde 'El arca rusa' de Aleksander Sokurov hasta 'Museo' de Alonso Ruizpalacios, me encantan las películas que se desarrollan al interior de los museos. Como historiador del arte, me interesa explorar los vínculos que existen entre la pintura y el cine como medios de expresión visual.

Prepárate para una montaña rusa de emociones: el brutal final de este thriller puede dejarte sin aliento.

Es posible que este thriller de la década de 1990 no haya ganado muchos premios cuando se estrenó, pero ha ganado muchos admiradores hasta el día de hoy. Desde Christopher Nolan con Insomnia hasta Denis Villeneuve con Prisioneros, pasando por Bong Joon-ho con Memorias de un asesino y Lars von Trier con La casa de Jack, directores de distintas regiones y estilos han tratado de seguir sus pasos para explorar el alma podrida de la humanidad.

David Fincher, tras su incursión en anuncios publicitarios y videoclips musicales, se erigió como uno de los cineastas más influyentes de la posmodernidad, dejando una marca con películas como El club de la pelea y Zodiaco. Sin embargo, fue Se7en su primera gran obra. El thriller sombrío y despiadado explora la decadencia y la brutalidad de manera magistral, con un final que resuena en la mente del espectador mucho después de que hayan rodado los créditos finales.

Más allá de los pecados capitales: desentrañando la complejidad moral de ‘Se7en’

Un minuto después del comienzo de la película, se nos presenta una escena espantosa que involucra a un hombre con obesidad mórbida cuya cara está metida en un plato de espaguetis, atado de pies y manos. Fincher no pierde el tiempo con las formalidades del voyeurismo cinematográfico y nos golpea en la cara con una descripción inolvidable de los excesos del hombre. Es fácil establecer que la naturaleza intrínseca del universo que tenemos ante nosotros es completamente violenta.

Los dos protagonistas de la historia son antitéticos en muchos sentidos, pero a medida que pasa el tiempo, empiezan a formar un equipo convincente y coherente. El detective William Somerset (Morgan Freeman) es un agente de la ley a punto de jubilarse, mientras que David Mills (Brad Pitt) es un joven detective que busca un nuevo desafío. Su química matizada en pantalla es una de las muchas razones por las que Se7en funciona tan maravillosamente.

Fincher desmantela sistemáticamente la creencia de que la esencia del mal sólo puede ser encarnada por las personas, insistiendo en que la modernidad ha producido una niebla de terror omnipresente. Se puede argumentar que el principal antagonista de Se7en no es John Doe (una brillante actuación de Kevin Spacey) sino la ciudad misma. Plagado de decadencia urbana y las calles grises constantemente empapadas por la lluvia, es un microcosmos sombrío.

Nombrar a un asesino en serie como John Doe es prueba suficiente de que la identidad específica del asesino no importa, algo que Doe reitera: “No importa quién soy. Quién soy no significa absolutamente nada”. Lo que importa es la idea de un asesino que ya está harto de este mundo “pecaminoso”. Cuando se da cuenta de que el asesino podría ser cualquiera, nos invade un pánico moral inextinguible.

El acto final de Se7en es casi incomparable en su explotación de la tensión cinematográfica al máximo, construyendo con éxito una paranoia atmosférica. Es casi absurdo pensar que el notorio criminal que ha sido perseguido implacablemente durante la mayor parte de la película simplemente se entrega, pero eso es exactamente lo que sucede. En ese momento, los asesinatos se han asociado solo a cinco de los pecados (dejando de lado la envidia y la ira), pero Doe revela su última obra maestra que completará el círculo dejando una abrumadora sensación de conmoción en los espectadores.

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