La Nueva Ola francesa, un movimiento estilístico y estético esencial de la década de 1960, trascendió su tiempo, creando una especie de revolución en el cine. Su impacto perdura en cineastas contemporáneos posmodernos, como Martin Scorsese, Jim Jarmusch, Richard Linklater, Quentin Tarantino y Wes Anderson, quienes han absorbido y reinterpretado las innovaciones narrativas y visuales introducidas por la Nueva Ola en sus propias obras, evidenciando la perdurable influencia de este movimiento cinematográfico revolucionario.
A diferencia de las narrativas más arraigadas y personalmente intensas de películas emblemáticas como Los 400 golpes de François Truffaut, Sin aliento de Jean-Luc Godard o Cléo de 5 a 7 de Agnès Varda, emerge un autor y una película específica que destacan por su enfoque inusual y su habilidad para desafiar las convenciones establecidas. Jean-Pierre Melville se erige como uno de los pioneros en la creación del género criminal en el cine, y su obra maestra se convierte en un referente, contribuyendo así a la diversificación y expansión del panorama de la Nueva Ola francesa.
Su legado, que abarca desde espías hasta asesinos y persecuciones, ha dejado huella en autores contemporáneos. La nueva película de David Fincher para Netflix, El asesino, rinde homenaje a esta tradición, reconociendo a Le Samouraï, dirigida en 1967 por Melville, como la figura clave que dio forma y legitimó este género cinematográfico. Uno de los aspectos de Le Samouraï que le ha permitido perdurar es el hecho de que, a pesar de su resistencia hacia las normas narrativas clásicas, está completamente centrado en el personaje, Jef Costello (interpretado por Alain Delon) incluso si ese personaje apenas habla.
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David Fincher califica a 'Le Samouraï' como la referencia más importante en 'El asesino'
En una entrevista de alfombra roja para Letterboxd, el también director de Se7en y Zodiaco analiza la importancia de ver películas para comprender el lenguaje de cómo funciona el cine, específicamente en lo que respecta a la geografía establecida al cortar entre diferentes tipos de tomas. Más tarde se refiere específicamente a Le Samouraï como la película que "obviamente" influyó en su pensamiento sobre cómo hacer una película de asesinos, pero la verdad es que la influencia de la película en el trabajo de Fincher se extiende mucho más allá de su más reciente largometraje.
Si bien Fincher menciona una serie de otras películas de asesinos que vio cuando era niño como influencias (como Get Carter, Charley Varrick y The Mechanic), el ADN de Le Samouraï y las técnicas cinematográficas en las que fue pionero están en todos los trabajos anteriores de Fincher. Específicamente en lo referente a su trabajo de cámara, el cual se caracteriza mediante movimientos precisamente metódicos que eliminan la sospecha de que alguien detrás de escena filma los hechos en pantalla.
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A Fincher le encanta permanecer invisible y llamar la menor atención posible al proceso de realización cinematográfica, siempre utilizando CGI de la manera más secreta y orientada a los detalles y moviendo su cámara en cualquier dirección que requiera la historia. La habitación del pánico o La chica del dragón tatuado son dos muy buenos ejemplos al respecto, donde parece no haber límites para la mirada de la cámara, independientemente de si el personaje principal sabe lo que está sucediendo.
Esta técnica omnipresente se puede ver en toda la obra de Melville, pero brilla especialmente en Le Samouraï, donde habitualmente cambiamos los puntos de vista entre el Costello de Delon y el comisario que intenta atraparlo (François Périer). Sin embargo, incluso en las secuencias más intensas de la película, la cámara casi siempre se mueve según los personajes, una técnica especialmente efectiva para el cine silencioso y basado en el movimiento en el que Melville se destaca al capturar.
