Hoy nadie discute que Bruce Willis es una leyenda del cine de acción. Su rostro quedó inmortalizado como el del sarcástico y valiente John McClane en Duro de matar, una de las películas más influyentes del género. Pero mucho antes de convertirse en ícono del cine navideño sin Santa Claus, su carrera comenzó de forma casi invisible, como un joven extra sin créditos en una olvidada cinta protagonizada por Frank Sinatra.
Corría el año 1980 cuando un desconocido Bruce Willis, de apenas 25 años, apareció por primera vez en la pantalla grande. Su papel era minúsculo: “Hombre entrando al restaurante mientras Delaney sale”, indica el guion de la película The First Deadly Sin, un thriller criminal con tintes de drama judicial que, si bien no fue un éxito crítico, hoy resulta curioso por su elenco. Sinatra interpretaba a un veterano inspector de policía y Faye Dunaway, ganadora del Oscar, era su esposa enferma. Muy lejos de las balas y explosiones que luego definirían a Willis.
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El modesto debut cinematográfico que pocos recuerdan de Bruce Willis
Aunque su participación fue breve y sin crédito, la experiencia fue inolvidable. Willis no solo estuvo en el set: compartió noches de rodaje con el mismísimo “Ol’ Blue Eyes”. Sinatra, pese a ser una leyenda viviente, era accesible y generoso con los actores jóvenes. Entre tomas, contaba anécdotas de su época dorada en Hollywood, como aquella vez en From Here to Eternity cuando Ernest Borgnine le pidió que lo golpeara con fuerza real con un taburete. Willis quedó fascinado.
La segunda aparición cinematográfica de Bruce Willis también estuvo ligada al género judicial, esta vez en una obra maestra indiscutible: Veredicto final de 1982, dirigida por el aclamado Sidney Lumet, responsable de clásicos como 12 hombres en pugna. En esta ocasión, el joven Willis aparece entre el público de la sala del tribunal, compartiendo escena con Paul Newman, quien interpretaba a un abogado en busca de redención.
Twentieth Century Fox
En ese entonces, el joven Bruce ni siquiera tenía claro si lograría vivir de la actuación. Pasarían cinco años hasta que protagonizara Moonlighting, una serie que lo catapultaría a la fama gracias a su carisma y timing cómico. Fue esa mezcla de encanto relajado y dureza natural lo que más tarde lo convertiría en una elección perfecta para un nuevo tipo de héroe de acción: vulnerable, irónico y humano.
Twentieth Century Fox
Ese héroe nacería oficialmente en 1988 con Duro de matar, una cinta que redefinió el cine de acción al alejarse de los invencibles musculosos típicos de la época. Willis, con su camiseta blanca manchada y su constante sufrimiento físico, conquistó al público como el detective McClane. La película fue un fenómeno que no solo dio origen a una exitosa franquicia, sino que influyó profundamente en el género durante décadas.
Aunque su carrera abarca más de 100 películas, y ha demostrado gran versatilidad en cintas como El sexto sentido, Armageddon o El protegido, siempre será recordado como el hombre común que enfrentaba lo imposible a punta de ingenio y determinación. Sin embargo, pocos recuerdan que su primera vez frente a una cámara fue como un simple transeúnte, en medio de una escena con Sinatra.