En el cine, las bodas no solo son el escenario perfecto para el romance, también han sido terreno fértil para el humor y el caos emocional. Películas como La boda de mi mejor amigo, protagonizada por Julia Roberts, Cameron Diaz, Dermot Mulroney y Rupert Everett, marcaron el camino con su combinación de melancolía, sabotaje amoroso y decisiones impulsivas en el altar. La comedia y la tragedia suelen entrelazarse cuando los protagonistas enfrentan el dilema de decir “sí” o correr en dirección opuesta, a veces con resultados tan desastrosos como memorables.
Otros títulos como 27 bodas con Katherine Heigl y Guerra de novias con Kate Hudson y Anne Hathaway abordan este fenómeno desde la presión social que enfrentan las mujeres para casarse, usando el humor como espejo de tensiones reales. Las despedidas de soltera que se salen de control, los discursos incómodos, los vestidos imposibles y las crisis existenciales son parte de un universo cinematográfico que se repite con variaciones, pero que sigue conquistando a espectadores que quieren reír, llorar, o simplemente sentirse identificados.
La comedia mexicana que se burla del mandato de casarse
En este contexto de expectativas, presiones y delirios románticos, aparece una propuesta mexicana que toma la fórmula y la revienta desde su interior. Solteras, disponible en el catálogo de Netflix, dirigida por Luis Javier Henaine y protagonizada por Cassandra Ciangherotti, ofrece una respuesta local y afilada al mito del matrimonio como objetivo vital.
La historia comienza con Ana, una mujer que es abandonada justo cuando pensaba que se casaría. Entre la tristeza y la confusión, toma una decisión desesperada: inscribirse en un curso para mujeres solteras que buscan marido, impartido por la implacable Lucila (Gabriela de la Garza). A partir de ahí, la película entra en el terreno conocido de las comedias románticas, pero con un tono y ritmo que no esconde sus referencias ni sus contradicciones.
Moonlight Pictures
Durante sus primeros minutos, Solteras recorre todos los clichés posibles del género: rupturas en bodas, borracheras humillantes, súplicas a exnovios y escenas cargadas de vergüenza ajena. Este desfile de tropiezos emocionales podría hacer caer a cualquier película, pero Henaine logra sostener el relato gracias a un elenco secundario carismático (incluyendo a Irán Castillo, Sophie Alexander-Katz y Edwarda Gurrola) que construye una dinámica coral comparable a la de Damas en guerra.
Si bien el humor es irregular, hay momentos en los que el absurdo resulta efectivo y los estereotipos, aunque presentes, son manejados con cierta ironía. No obstante, la película no escapa a los problemas que intenta retratar. Su crítica a los mandatos sociales queda opacada por la misma estructura narrativa que parece reforzar: la necesidad femenina de encontrar validación a través del matrimonio. Las lecciones del taller para “atrapar a un marido” son abiertamente retrógradas y, aunque se presentan con un tono satírico, no logran distanciarse del todo de las ideas que pretenden cuestionar.
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La evolución de Ana hacia una mujer que se elige a sí misma (sin pareja ni anillo en el dedo) llega demasiado tarde y sin la fuerza suficiente para redimir las decisiones cuestionables que ha tomado a lo largo del metraje. El cierre intenta reconectar con un mensaje de empoderamiento, pero se siente diluido entre los convencionalismos que se arrastran desde el inicio. A pesar de ello, el esfuerzo por dar visibilidad a una historia mexicana dentro de un género dominado por producciones anglosajonas es valioso, y representa un paso en el camino hacia más diversidad en las comedias románticas.