El cine tiene el poder mágico de hacernos sentir absolutamente todo. Unas nos hace reír a carcajadas con comedias como Legalmente rubia o ¿Qué pasó ayer?, mientras que otras mantiene al borde del asiento con cintas como Fragmentado y La chica del tren. Pero también nos rompe el corazón en mil pedazos: esas películas que nos dejan hechos bolita en el sofá, con el alma revuelta y los ojos hinchados de tanto llorar. Todos tienen su lista para echar una lágrima, que van desde Yo antes de ti, Titanic, Cuestión de tiempo, Bajo la misma estrella y más.
Pero si hay un tipo de historia que puede derribar incluso al más rudo de los corazones, es la que mezcla ternura con tragedia. Las que muestran a personajes llenos de luz enfrentando oscuridad, y que nos obligan a ver el mundo con otros ojos. Ahí es donde entra un tipo de cine que no sólo nos pone sentimentales, sino que se queda con nosotros durante días. Y justo en esa categoría entra una película que ha sido considerada por muchos como una de las historias más desgarradoras y hermosas jamás contadas en pantalla grande.
Si eres de esas personas que se entregan emocionalmente a las historias, que terminan reflexionando durante días, y que necesitan mínimo tres cajas de pañuelos por película, entonces no veas La vida es bella si no estás listo para que te rompan el corazón en cámara lenta. Esta es una de las joyas más queridas del cine italiano, protagonizada, escrita y dirigida por el brillante Roberto Benigni.
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Estrenada en 1997, La vida es bella se desarrolla durante la Segunda Guerra Mundial y sigue la historia de Guido, un hombre simpático, soñador y lleno de chispa que se enamora de Dora, una mujer de clase alta con quien finalmente forma una familia. Hasta aquí todo parece salido de un cuento de hadas pero cuando la guerra llega a su punto más oscuro, Guido, Dora y su pequeño hijo Giosuè son deportados a un campo de concentración nazi. Y es ahí donde comienza el verdadero golpe al corazón.
Lo que hace que La vida es bella no sea simplemente otra película sobre el Holocausto es su forma tan única de abordar el horror a través del amor y el sacrificio. Guido hace lo imposible para proteger a su hijo de la cruel realidad que los rodea, convenciéndolo de que todo es parte de un juego. En esta competencia, Giosuè cree que si sigue las reglas y hace lo que su padre le indique, podrán ganar un tanque de verdad.
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El éxito de esta película fue tan grande que no tardó en cruzar fronteras. En la entrega de los premios Oscar de 1999, La vida es bella se llevó tres estatuillas doradas: Mejor actor para Benigni, Mejor película extranjera y Mejor música original.
Pero además de su reconocimiento, lo que mantiene viva a La vida es bella en el corazón de tantas personas es que no necesita efectos especiales ni escenas explosivas para emocionar. Su mayor fuerza está en los diálogos, en las actuaciones y en esa manera tan delicada de mostrar lo peor de la humanidad, pero también lo mejor. La película habla del poder del amor de un padre, del valor de la esperanza y de la necesidad de proteger la inocencia, incluso en los momentos más oscuros.