Si hay alguien que puede opinar con autoridad total sobre el cine, ese es Martin Scorsese. No estamos hablando de un crítico ocasional o de alguien que se la pasa publicando desde el sofá, sino del genio detrás de Taxi Driver, Buenos muchachos, El lobo de Wall Street, Los infiltrados y muchas otras películas que han marcado épocas. Su nombre es sinónimo de cine de calidad, de personajes inolvidables, de historias intensas y, sobre todo, de respeto absoluto por el séptimo arte.
Lo cierto es que cuando Scorsese habla, la industria escucha pacientemente. Y no sólo porque sea uno de los directores más premiados de la historia, sino porque tiene un ojo especial para detectar joyas, esas que a veces pasan desapercibidas pero que esconden genialidad pura. Así que cuando el maestro del cine dice que una película de terror es una verdadera obra maestra, no queda más que sentarse, apuntar el título y prepararse para una experiencia intensa.
Fue así que Scorsese recomendó una película que, probablemente, sólo unos pocos han visto. No porque sea nueva, sino porque es una joya japonesa de 1997 que ha sido redescubierta por cinéfilos de todo el mundo gracias a ese sello de aprobación del cineasta detrás de Los asesinos de la luna. Se trata de Cure (Kyua en su idioma original), dirigida por el aclamado Kiyoshi Kurosawa, otro titán del cine nipón.
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Cure no es el tipo de película de terror que te lanza sustos cada cinco minutos. Aquí no hay fantasmas que aparecen de golpe ni muñecas que mueven los ojos por sí solas, sino que el miedo que transmite esta cinta es mucho más profundo, lento e incómodo, como una sensación que se instala en tu estómago y no se va. Tal vez por eso, Scorsese dijo que “te seguirá atormentando mucho tiempo después de que haya terminado".
La historia comienza con una extraña serie de asesinatos preocupa a la policía de Tokio. Si bien existe un patrón típico, como que todas las víctimas son asesinadas de la misma manera y luego se les graba una letra "X" en el pecho, cada vez una persona diferente confiesa haber realizado el crimen. También resulta extraño que ninguno de los asesinos tenga un motivo real.
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Es entonces cuando el agente de policía Kenichi Takabe, cree haber identificado a un hombre llamado Mamiya como la pieza que faltaba en el rompecabezas, ya que él estuvo en contacto con cada uno de los perpetradores de una forma u otra poco antes de los asesinatos. El detective Takabe debe iniciar una serie de interrogatorios para determinar la conexión del hombre con los crímenes.
La película explora temas como la identidad, la sugestión y el poder de la mente sobre la voluntad. A diferencia de muchos thrillers occidentales donde el asesino siempre tiene un motivo o un trauma que lo explica todo, Cure juega con lo desconocido. No hay respuestas claras, y eso es parte del horror. La idea de que cualquiera puede romper su lógica interna y cometer un crimen atroz sin razón aparente es escalofriante.
No es de extrañar que Scorsese haya elogiado a Cure con tanto entusiasmo. La cinta japonesa tiene esa profundidad psicológica que tanto le gusta al director de La isla siniestra, otra película que juega con la mente del espectador. Pero Cure va incluso más lejos, despojando la historia de cualquier elemento para dejarte sólo con lo esencial: el miedo más crudo, el que no se ve pero se siente.