En el género del terror, los finales suelen ser decisivos: pueden arruinar toda la experiencia o elevarla a la categoría de inolvidable. Con Weapons, el nuevo trabajo de Zach Cregger (director de Barbarian), la crítica coincide en que ocurre lo segundo. La resolución no solo es inquietante, sino también original. Como escribió la crítica Amy Nicholson en Los Angeles Times: “El final es fuerte y satisfactorio, y deja al espectador incómodo en todos los sentidos correctos”.
La historia arranca con un misterio estremecedor: la desaparición de 17 niños de una escuela primaria en un pequeño pueblo, todos a la misma hora exacta de la madrugada. Entre los padres desesperados, maestros acusados y policías al límite, un niño rompe el patrón: Alex, el único que no desaparece. Su secreto está ligado a una presencia aterradora dentro de su propio hogar: su tía Gladys.
‘Weapons’: secretos, simbolismo y el origen perturbador del personaje de Gladys
Gladys, interpretada por Amy Madigan, se convierte rápidamente en el eje más inquietante de la película. La extraña mujer llega a la vida del pequeño con un objeto peculiar: un árbol de ramas retorcidas que le otorga un poder siniestro. Desde ese instante, su control sobre la familia y los compañeros de clase de Alex se convierte en una auténtica pesadilla.
Cregger confesó que hablar del personaje fue complicado para no arruinar la sorpresa: “Estoy más que feliz de cantar las alabanzas de Amy todo el día. Es increíble en esta película. Sin ella, no funciona. Ella me salvó”, aseguró en entrevista para Vanity Fair. La actriz dota a Gladys de una energía que oscila entre lo grotesco y lo magnético, convirtiéndola en la pieza clave del relato.
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El director describe a Weapons como un cuento de hadas oscuro y moderno, una especie de versión retorcida del flautista de Hamelín. Gladys teje su magia a partir de cabellos, prendas o recuerdos ajenos, transformando a sus víctimas en autómatas que puede manipular a su antojo. Su influencia llega al punto de obligar a los padres de Alex a infligirse daño para mantenerlo bajo control, una metáfora que Cregger asocia con su propia infancia marcada por la convivencia con un padre alcohólico.
En el trasfondo, Gladys es también un símbolo de lo inexplicable. Nunca queda claro si fue una persona enferma que recurrió a la magia negra para sobrevivir o si, en realidad, nunca fue humana. “Le presenté a Amy dos opciones para su origen. No me dijo cuál eligió, pero ambas me parecían fascinantes”, relató Cregger. En una, Gladys adopta su metodología como un último intento de curarse; en otra, es una criatura que imita mal lo humano, como un depredador disfrazado.
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La película ofrece, además, pistas inquietantes sobre su verdadera naturaleza. Gladys utiliza términos del siglo XIX, como “consunción” para referirse a la tuberculosis, y asegura haber visto a Alex siendo bebé, aunque la cronología no cuadra. Su aspecto exagerado (pelucas rojas torcidas, maquillaje estrafalario y un vestuario que el director definió como “abuela desquiciada”) refuerza la sospecha de que es mucho más vieja de lo que aparenta, quizá un eco de las brujas de Salem.
En última instancia, Gladys se convierte en el corazón temático de Weapons: una presencia perturbadora que encarna tanto el miedo infantil a los adultos siniestros como la carga de crecer en un hogar marcado por la oscuridad. Su ambigüedad es su mayor fuerza. Como resumió Cregger: “No necesito saber la respuesta, solo necesito creer que todo es posible”. Y en esa incertidumbre, Gladys se consagra como uno de los personajes más aterradores y memorables del terror reciente.