Guillermo del Toro se ha consolidado como uno de los cineastas más singulares del cine contemporáneo. Su estilo mezcla lo fantástico con lo trágico, explorando la belleza de lo monstruoso y la fragilidad de lo humano. Películas como El espinazo del diablo, El laberinto del fauno o Cronos revelan su capacidad de conmover al espectador a través de mundos imaginarios que reflejan emociones muy reales.
Sus criaturas no solo asustan, también conmueven. Del Toro ha declarado que no teme hacer llorar al público, y lo ha demostrado al generar empatía con seres que, a primera vista, parecen ajenos al espectador. Como señaló The Guardian sobre La forma del agua, si una historia logra que el público sienta tristeza por un “hombre pez gigante”, es señal de un talento narrativo excepcional.
La película que marcó a Guillermo del Toro como su peor experiencia en Hollywood
Pero paradójicamente, una de las experiencias más dolorosas para el propio director no fue al crear monstruos conmovedores, sino al enfrentarse a la maquinaria de Hollywood. En 1997, con solo su segundo largometraje, Mimic, el cineasta mexicano vivió lo que describe como “la peor experiencia de mi vida”. En una entrevista con The Guardian confesó: “Incluso por encima del secuestro de mi padre, lo peor fue rodar Mimic. Porque lo que me pasaba a mí y a la película era mucho más ilógico que un secuestro, que es brutal, pero al menos tiene reglas”.
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Mimic narraba la historia de una científica, interpretada por Mira Sorvino, que intenta detener una plaga mortal provocada por cucarachas. El proyecto derivó en un relato de terror donde un insecto evolucionado imita conductas y formas humanas. Aunque la premisa era prometedora, el rodaje se convirtió en un calvario para del Toro, en gran parte debido a las constantes tensiones con Harvey Weinstein, productor de Miramax.
La tensión con Harvey Weinstein que convirtió ‘Mimic’ en una verdadera pesadilla
El director de Pinocho y Frankenstein perdió el control creativo de la película y, tras varios conflictos, terminó distanciándose del resultado final, al que consideraba una versión mutilada de lo que había imaginado. El propio director reconoció años después que, al ver Mimic, lo único que percibía era “el dolor de una criatura profundamente defectuosa que podría haber sido tan hermosa”. La crítica y el público coincidieron en parte con su decepción, pues el filme no logró recuperar su inversión en taquilla.
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En otra conversación con Den of Geek, del Toro fue más tajante: “Mi peor experiencia en el mundo del espectáculo —la peor por mucho— fue Mimic con la compañía Weinstein en 1996 y 1997”. Sin embargo, también destacó que aquella pesadilla le dio una lección: “Fue muy parecido a estar atrapado en las letras pequeñas de un contrato. Pero sobreviví, terminé la película y tuve carrera después”.
Entre el secuestro de su padre y la guerra creativa contra los Weinstein, 1997 se convirtió en el año más amargo de la vida profesional y personal de Guillermo del Toro. Aun así, el director sobrevivió a esa etapa, aprendió de la adversidad y, con el tiempo, transformó el dolor en resiliencia. Hoy, Mimic queda como una herida abierta en su filmografía, pero también como la prueba de que incluso en medio de lo más miserable, del Toro supo forjar la carrera que lo consagraría como uno de los grandes autores del cine fantástico.