La animación contemporánea ha alcanzado nuevos niveles de sofisticación, explorando narrativas complejas y técnicas visuales que van más allá del entretenimiento infantil. Películas como Anomalisa de Charlie Kaufman, con su introspección psicológica, El chico y la garza de Hayao Miyazaki, con su exquisita poética visual, y Wolfwalkers de Tomm Moore, con su impresionante animación dibujada a mano, demuestran que este medio es capaz de transmitir emociones profundas y universales.
Pasión y traición en un universo pintado cuadro por cuadro
En este contexto, la animación contemporánea no solo narra historias, sino que también experimenta con el tiempo, la textura y la percepción, convirtiendo cada fotograma en un objeto de contemplación artística. Entre estas obras destacadas, En nombre de la tierra (disponible en HBO Max) se presenta como un ejemplo sobresaliente, fusionando actores con la pintura al óleo cuadro por cuadro para crear una experiencia visual única que transporta al espectador al corazón de la vida rural polaca del siglo XIX.
BreakThru Productions
Dirigida por DK Welchman y Hugh Welchman y basada en la monumental novela de cuatro volúmenes escrita a comienzos del siglo XX por Wladyslaw Reymont (premio Nobel de Literatura), la historia retrata la vida en un pequeño pueblo polaco en el siglo XIX. La obra aborda las rígidas estructuras patriarcales y las restricciones impuestas a las mujeres, así como las tensiones sociales y económicas de la época.
La trama central sigue a Jagda, la joven más hermosa del pueblo, interpretada por Kamila Urzędowska, quien es empujada a un matrimonio con el viudo terrateniente Maciej Boryna (Miroslaw Baka), mientras mantiene un apasionado y secreto romance con el hijo de Boryna, Antek (Robert Gulaczyk). Esta red de relaciones prohibidas desencadena conflictos que sacuden a toda la comunidad rural.
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‘En nombre de la tierra’: la animación que hipnotiza y está disponible en HBO Max
Para llevar la novela al cine, los Welchman repitieron la técnica que los hizo célebres con Cartas de Van Gogh: actores filmados frente a pantallas verdes y luego transformados en más de 40,000 cuadros pintados a mano por un equipo de artistas en Polonia, Serbia, Lituania y Ucrania. Cada estación del año y cada escena refleja un detalle casi antropológico de la vida rural, desde bodas hasta celebraciones de cosecha.
El diseño visual de la película se inspira en la pintura polaca de finales del siglo XIX y en artistas europeos como Jean-François Millet. Los paisajes cambian con las estaciones, los interiores brillan con la luz de velas y los cuerpos de los personajes parecen irradiar calor interno, como si cada pincelada contuviera vida propia. La textura de óleo aplicada a cada fotograma convierte la película en una obra de arte en movimiento.
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Sin embargo, la historia es intensa y, en ocasiones, difícil de digerir. Violencia, celos y conflictos familiares se desarrollan con crudeza. Jagda, víctima y protagonista a la vez, es compleja y no del todo simpática, mientras que los hombres que la rodean se muestran egoístas y brutales. Este contraste entre la estética delicada y la dureza narrativa genera una experiencia visualmente fascinante y emocionalmente desafiante.