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    'Sex Education' y 'Skins', el reflejo de las dos últimas generaciones, según la televisión británica

    Los méritos de 'Sex Education' y 'Skins' radican en retratar de forma más fiel posible la adolescencia y la búsqueda de identidad durante la adolescencia de las últimas dos generaciones, una etapa de total desenfreno, exceso, felicidad y exploración.

    Si son adolescentes, lo saben, si no, ¿se han preguntado por qué las series británicas sobre teens son tan llegadoras? ¿Por qué es imposible dejar de ver Sex Education? Más allá de la obsesión de llegar al momento en el que Otis (Asa Butterfield) y Maeve (Emma Mackey) por fin triunfen, estén juntos, tengan sexo y todo lo que queremos que pase, es por la ondita manejada por parte de los guionistas británicos: ¡no les tiembla la mano a la hora de escribir sobre relaciones sexuales, masturbación, parejas homosexuales, lesbianas y toda persona en este mundo!

    Lo mismo sucede con Skins (tu no Skins US, esta no es tu familia). Si eres de la generación dosmilera lo sabrás, ver a Effy (Kaya Scodelario) y Tony Stonem (Nicholas Hoult) y al resto de la pandilla en sus fiestas llenas de alcohol, mota, ácidos, tabaco, viajes descontrolados, música, festivales, quiebres mentales y tragedias nos hace sentir de regreso a esa época donde el revival del indie rock le dio una vibra totalmente propia a las comunidades alternativas en todo el mundo, México incluido. Por eso nos dolió crecer y ver el final de la historia. El ciclo de la vida, le llaman. 

    Ninguna serie es más que otra, ambas atraparon a dos generaciones por ser auténticas y no ser mochas a la hora de mostrar a dos vatos besándose o una banda en pleno viaje de hongos alucinógenos, sólo es ideal ponerlas como ejemplo ahora que estamos en el fin de semana de estreno y obsesión por la tercera temporada de Sex Education en Netflix, además de vivir en un contexto que, lejos de la pandemia, es ocupado por el despertar total de la diversidad de género, el feminismo, la salud mental y la disparidad de edades.

    Absolutamente todos soñamos en un momento con nuestra Maeve u Otis. En un principio, la relación platónica hecha realidad fue un sueño que todos quisimos vivir, hasta cierto punto hicimos cosas ridículas por llamar la atención del otro y si lo recordamos resulta bochornoso, o no. Depende de cada quién. Laurie Nunn, la creadora de este show, escribió a Otis por ser la consejera de todo mundo en su época estudiantil; Maeve es el retrato de su mejor amiga de la preparatoria, de familia disfuncional y con problemas que la hicieron invulnerable.

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    "El punto de Sex Education es tratar de ser más abiertos. Comunicarnos. Si eres hombre, que lo hagas, porque suelen ser cerrados por la misma masculinidad. No hablan entre ellos de forma honesta", explica Nunn a la Real Sociedad de la Televisión Británica. Y seamos sinceros, son contadas las ocasiones en que nos mostramos vulnerables. La misma sociedad nos ha enseñado a tragarnos todo y mostrarnos lo más fuerte posibles. 

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    GAYS, NERDS, FEMINISTAS Y NO BINARIOS

    Ahí está el caso de Adam Groff (Connor Swindells), su bullying y presunción por el tamaño de su pene escondían la inestabilidad familiar e individual y, como saben, ha aceptado quién es y vive un amorío cercano con Eric (Ncuti Gatwa), también vapuleado por la homofobia social, primero con su padre y ahora padeciendo con su abuela, una mujer nigeriana que aparenta no darse cuenta de su realidad, porque ¿qué va a decir Dios? O quizá de verdad no lo sepa, aunque hacerse de la vista gorda es lo fácil.

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    Es imposible ser feliz y no los culpamos, cuántos amigos o amigas no conocemos como él, escondiendo su sexualidad por miedo a que el papá los desherede, les eche agua bendita y los trate como raros. Ola (Patricia Allison) y Lily (Tanya Reynolds) no están atrás, aunque, no sabemos si lo han notado, hay mucha más naturalidad en Reino Unido al ver a dos mujeres juntas que a dos hombres. Están, viven y lidian con sus excéntricas personalidades, pero no más. ¡Y Lily! Muchos te entendemos, si a ti te molestan por tu obsesión con los extraterrestres, a nosotros nos tildan de inmaduros por ser otaku, comiqueros, gamers, etc. 

    Aimes (Aimee Lou Wood), muchas han estado en tu lugar. Los asquerosos toqueteos los hay en todos lados: el bus, la calle, el metro, los trabajos. Bien dicen las mujeres en México, ¡qué terror salir en falda o shorts! No falta el hombre que hace de la libertad de vestir como a ellas les plazca, un terror. Por eso muchas se hartaron y los movimientos feministas se han vuelto tan presentes, porque si las autoridades no hacen nada, todas tienen el mismo derecho a mostrar su malestar sea como sea. 

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    La temporada tres ha llegado a retratar la lucha de las personas no binarias por ser reconocidas como tal, sin distinción de género y bajo los pronombres con terminación "e" en español, they y them en inglés. Dua Saleh da vida a Cal, una persona que nos da una lección bastante interesante a toda la comunidad: elles pueden ser pacientes y reconocen su papel como agentes de cambio o como la generación que busca su normalización en nuestra educación heterosexual, sin embargo, pueden explotar de hartazgo como le sucedió a nuestra famosa "compañere" al negarle ese derecho. 

    ¡LA ESCUELA DEL SEXO Y LA "GENERACIÓN DE CONCRETO"!

    La secundaria de Moordale es conocida como La Escuela del Sexo, de los depravados, desviados, trastornados, ninfómanos, ¡Dios, casi los exorcizan! Ese no es un mito tan alejado, quizá no nos reunamos en unos baños abandonados (¡los demoliste!, por eso te odiamos desde la realidad Hope (Jemima Kirke)), pero sí existe ese lugar para netear, chismear, fumar, tomar a escondidas, grafittear, etc. Cada quien tiene su sitio: los cholos, los emos, los nerds, los populares, los abusadores, la comunidad lgbtq+, absolutamente todos. 

    Ya que mencionamos a Hope, la famosa lucha entre la generación de concreto y cristal se hace más presente que nunca. Por una parte, la nueva directora ridiculiza, humilla públicamente y reniega de las identidades de sus estudiantes. No soporta ver a Cal con pantalones, ni su afán de nombrarse NB. Aquí, en Inglaterra y China, está de moda sentirse superior. Lo malo, como lo aprendimos en la serie, es que no adaptarse a los nuevos tiempos nos puede traer severas consecuencias. 

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    Y, papás, ni se asusten. Esa onda de ver a los descarriados de Sex Education buscando un salón, un cuarto de servicio, una sala lejana, cualquier rincón para darse unos besos o profanar el inmobiliario escolar es cierto, no en todos, claro, pero sucede. Y es bueno cuando sucede con tu Maeve o tu Otis, cuando es un arrebato consensuado, no una bajeza en fiestas como por ahí habrán leído en casos donde ciertos influencers andan inmiscuidos. 

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    También hay algunos clichés en la serie, además del bully saliendo del clóset, no falta la exageración hacia la bolita de chicos populares y sus ganas de llamar la atención, segregación y clasismo para esconder problemas psicológicos, disfuncionalidad y una realidad completamente distinta a la que aparentan, ¿verdad, Ruby (Mimi Keene)? "O sea, Otis, vístete cool o no te pueden ver conmigo", pero cuando nadie la ve... la imaginación vuela mucho más allá de sus límites. Son estereotipos muy exagerados, aunque nada alejados de nuestros compañeros y excompañeros de generación. 

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