En 1983, la ambiciosa adaptación de la novela de ciencia ficción Dune, escrita por Frank Herbert, comenzó su rodaje en los Estudios Churubusco en México. El director David Lynch, conocido por su estilo surrealista, asumió el desafío de llevar esta épica historia al cine, una tarea que requería una compleja logística y un enfoque artístico sin precedentes.
El proyecto, liderado por la productora Raffaella de Laurentiis, demandó la construcción de cerca de 80 sets y la participación de miles de extras. A pesar de los retos, México ofrecía ventajas significativas, como espacios amplios y un costo más bajo que Hollywood. Sin embargo, las limitaciones tecnológicas del país y las condiciones adversas del rodaje añadieron una capa de dificultad al proceso creativo.

Lynch, quien venía de dirigir El hombre elefante, fue elegido por su sensibilidad artística. Sin embargo, su estilo característico, que se manifestó en su obra previa Eraserhead, generó tensiones con el equipo de producción. Raffaella de Laurentiis y su equipo buscaban equilibrar la fidelidad a la novela con un enfoque cinematográfico más convencional, lo que llevó a diferencias creativas significativas.
El rodaje no estuvo exento de desafíos inesperados. Desde problemas logísticos como cortes de electricidad y demoras en aduanas, hasta las condiciones extremas del desierto mexicano, el equipo enfrentó obstáculos que pusieron a prueba su capacidad de adaptación. Estos problemas, aunque complicados, también reflejaron el esfuerzo monumental detrás de la creación de un universo tan vasto como el de Dune.

El desierto de Samalayuca: el corazón de Arrakis en Dune
El enfoque visual de Lynch se destacó en cada escena. Los planetas ficticios fueron diseñados meticulosamente, desde el opulento palacio del Emperador hasta los desiertos de Arrakis. El desierto de Samalayuca, ubicado en el norte de México, fue el paraje elegido por los responsables del filme para representar el planeta Arrakis. Sus interminables dunas y paisajes áridos ofrecían un lienzo perfecto para reflejar la dureza y la belleza inhóspita de aquel mundo ficticio dominado por los gusanos de arena y el preciado Melange.
La filmación en este desierto ubicado en Chihuahua no solo resaltó la autenticidad visual de la película, sino que también aportó un desafío logístico significativo, con temperaturas extremas y la necesidad de preservar la pureza estética del lugar. Más allá del cine, Samalayuca se erige como un tesoro natural que ha sabido capturar la imaginación de artistas y aventureros, consolidándose como un punto de referencia tanto para la industria del entretenimiento como para los amantes de los paisajes únicos.

Sin embargo, la complejidad de la narrativa y las limitaciones de tiempo impidieron capturar la totalidad de la novela, lo que resultó en una película que inicialmente tuvo una recepción mixta, y que ahora puedes ver en MGM+ y ViX. Lynch describió la experiencia de dirigir Dune como una pesadilla, pero su visión única motivó a autores como Denis Villeneuve a incursionar en la ciencia ficción. A lo largo de los años, la película ha sido reevaluada, y muchos consideran que captura la esencia surrealista y opresiva de la obra de Herbert, aunque con limitaciones inherentes a su tiempo y contexto.
