Han pasado ya dos décadas desde que Steven Spielberg y Tom Cruise estremecieron al mundo con una de las películas de ciencia ficción más intensas de los años 2000. La guerra de los mundos, estrenada en 2005, se convirtió rápidamente en un fenómeno global gracias a su impactante propuesta visual, su atmósfera de terror apocalíptico y su potente carga emocional. La cinta, inspirada en la célebre novela de H.G. Wells, trasladó la historia de invasión alienígena a un contexto contemporáneo, logrando que el miedo se sintiera más real que nunca.
Acompañado por un reparto de primera línea (Dakota Fanning, Miranda Otto, Tim Robbins y la voz de Morgan Freeman como narrador), Cruise encarna a Ray Ferrier, un hombre común y divorciado que debe proteger a sus hijos cuando la Tierra se ve repentinamente atacada por una fuerza extraterrestre letal. Desde sus primeras escenas, la película se establece como un viaje de supervivencia, desesperación y, sobre todo, humanidad frente al caos.

‘La guerra de los mundos’: Spielberg y Cruise, juntos en una pesadilla alienígena
En esta reinterpretación moderna de la obra de Wells, Spielberg presenta a Ray como un estibador de Nueva Jersey cuya relación con sus hijos es tensa y distante. El conflicto inicial no es solo contra los invasores, sino también con sus propias fallas como padre. Pero todo cambia cuando una tormenta eléctrica antinatural marca el inicio de una ofensiva alienígena devastadora, encabezada por gigantescas máquinas trípodes que emergen del subsuelo y comienzan a aniquilarlo todo a su paso.
Lo que sigue es una huida angustiante a través de un Estados Unidos en ruinas, mientras Ray intenta llevar a sus hijos sanos y salvos hasta Boston. El director de Tiburón y Jurassic Park no solo retrata la destrucción masiva con una maestría técnica impecable, sino que también introduce escenas que muestran lo peor y lo mejor de la humanidad bajo presión. Desde multitudes desesperadas hasta momentos de sacrificio, el camino del protagonista se convierte en una prueba tanto emocional como física.

La guerra de los mundos también marcó el tercer acercamiento de Spielberg al tema de la vida extraterrestre, después de E.T., el extraterrestre y Encuentros cercanos del tercer tipo. Pero a diferencia de sus obras anteriores, esta vez el director quiso mostrar una visión sombría y aterradora de lo que podría implicar una invasión real. Según declaró en su momento, quería hacer una película “realmente aterradora con alienígenas realmente aterradores”, y logró justo eso: una obra que juega con nuestros miedos más profundos sin recurrir al terror convencional.
Aunque el filme fue un éxito rotundo en taquilla, recaudando más de 600 millones de dólares a nivel mundial, no estuvo exento de críticas. Más allá de esos comentarios, la película se convirtió en una reflexión sobre la fragilidad del ser humano ante lo desconocido. La invasión sirve como metáfora del caos de la guerra, de la desesperanza de los civiles atrapados entre dos fuegos, y del instinto de proteger a quienes amamos. En su núcleo, esta es una historia de familia en medio del fin del mundo, y por eso sigue tocando fibras sensibles incluso después de 20 años.
