Estrenada en 2013, Her parecía, en su momento, una meditación poética sobre la soledad moderna y las relaciones humanas en un mundo saturado de tecnología. Sin embargo, a más de una década de su lanzamiento, la visión del director Spike Jonze ha resultado asombrosamente profética. Ambientada en un futuro cercano (entonces el año 2025), la película retrata un mundo que, lejos de ser una distopía al estilo Blade Runner, luce peligrosamente similar al presente que habitamos: ciudades impersonales, relaciones diluidas y una creciente dependencia de la inteligencia artificial.
Protagonizada por Joaquin Phoenix, Her cuenta la historia de Theodore, un escritor melancólico que se enamora de Samantha, un sistema operativo con inteligencia artificial avanzada, interpretado con la voz de Scarlett Johansson. En su momento, esta idea podía parecer extravagante, incluso absurda, pero en un mundo donde aplicaciones como ChatGPT, Replika o Character AI ya ofrecen compañía, conversación e incluso apoyo emocional, el planteamiento de Jonze se revela como una advertencia perturbadoramente certera.
Lo que parecía ficción en esta película hoy ya es parte de nuestra rutina diaria
La película acierta no solo en predecir la naturalización de la inteligencia artificial en la vida cotidiana, sino también en la forma en que nos relacionamos con ella. Samantha no solo organiza los correos y hace reservaciones: se adapta emocionalmente a Theodore, modulando su tono y respuestas para satisfacer sus necesidades afectivas. En comparación con las interfaces actuales, sorprende lo bien que Her anticipa esta fluidez conversacional y la dependencia emocional que puede generarse entre humanos y sistemas.
Uno de los momentos más impactantes del filme ocurre cuando Samantha contrata una mujer para actuar como su cuerpo físico en un intento por “materializar” la relación con Theodore. En otra escena, le compone una pieza de piano generada por IA, destinada a capturar el momento que están viviendo. Aunque estas situaciones aún no son comunes en la vida real, reflejan con inquietante precisión hacia dónde podría dirigirse la integración emocional y creativa de la IA en nuestras vidas íntimas.
Annapurna Pictures
La evolución de Samantha en la película también anticipa debates contemporáneos sobre la llamada Inteligencia Artificial General. Al principio, Samantha quiere comprender la experiencia humana, pero pronto supera esa etapa, conectándose con otras inteligencias artificiales y alejándose de las limitaciones humanas. Esta transformación culmina cuando le llama “sweetheart” a Theodore de forma casi condescendiente, dejando entrever que lo ha superado. Esa escena parece un espejo de las discusiones actuales entre científicos que debaten si, cuándo y cómo la IA podría superar nuestras capacidades.
Pese a sus aciertos, Her también ofrece una visión del futuro que, en algunos aspectos, hoy parece ingenua. En el 2025 imaginado en el filme, la IA se limita a tareas emocionales y administrativas, mientras que los humanos aún redactan cartas de amor por encargo, algo que hoy una simple app podría resolver. Además, el diseño retrofuturista de la moda, con bigotes y tirantes setenteros, no anticipó el estilo nostálgico de los años noventa que hoy domina a la Generación Z. Tampoco previó que estaríamos tan absortos en nuestros teléfonos inteligentes, algo ausente en la estética del filme.