Cuando se piensa en una voz que impone respeto y credibilidad, muchos evocan de inmediato a David Attenborough, pero con gran probabilidad, Morgan Freeman es la primera elección de quienes recuerdan la cadencia y el peso de un narrador excepcional. Desde Sueño de fuga hasta Invictus, Freeman ha convertido su voz en un sello distintivo que otorga autoridad y solemnidad a cualquier proyecto.
El papel que Morgan Freeman desearía borrar de su carrera
Antes de brillar en la pantalla grande con títulos como Seven o Million Dollar Baby, Freeman se formó en el teatro y tuvo acercamientos tempranos a Shakespeare. Interpretó Coriolanus y apoyó en Julius Caesar, mostrando ya un porte imponente y una presencia innegable. Sin embargo, su experiencia liderando el elenco de Otelo en la década de 1980 resultó ser su punto más bajo en el escenario, a pesar de que la obra parecía hecha para su gravitas natural.
En entrevistas recientes, Freeman no dudó en calificar a Otelo como su peor experiencia: “Sí. Otelo. Lo interpreté en el escenario. No me gustó”, confesó sin reservas. Su desagrado no se limitaba a su propia actuación; incluso expresó su desaprobación hacia la obra en sí misma, declarando: “He visto la obra varias veces, pero no me gusta. La odio”. Esta sinceridad contrasta con su entusiasmo por filmes como El chofer y la señora Daisy y Los imperdonables, donde su implicación fue total y los resultados celebrados mundialmente.
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La brillante carrera cinematográfica que siguió a su experiencia frustrante
Freeman reconoció a Raúl Juliá como “el mejor Otelo que he visto”, elogiando su interpretación como “brillantemente lograda”. Sin embargo, esa admiración no cambió su opinión sobre su propio desempeño. Su paso por el papel, durante una función en Texas en 1983, lo dejó con un sentimiento de fracaso: “Fue mi peor experiencia en el escenario”, afirmó. Incluso en películas donde la presión era similar, como Along Came a Spider, Freeman nunca había sentido tal nivel de insatisfacción con su interpretación.
El actor explicó que sus dudas internas afectaron la conexión con el público: “Si no crees en ti mismo, olvídate de convencer a alguien más de tu personaje, y yo no me creía ni una vez”. Esta autocrítica revela la seriedad con la que Freeman aborda cada rol, desde una comedia como Último viaje a Las Vegas hasta un relato de superhéroes como El caballero de la noche, donde la confianza en su propia interpretación es crucial para transmitir autenticidad.
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A pesar de su experiencia negativa, Freeman llegó a negociar con la Royal Shakespeare Company en 2001 para retomar Otelo, aunque finalmente las conversaciones no prosperaron. Probablemente, recordó su desagrado por la obra y su propia actuación previa, decidiendo que era mejor no intentar redimirse. Mientras tanto, su carrera cinematográfica continuó ascendiendo con películas aclamadas como Crimen en primer grado, donde su presencia aporta gravedad y credibilidad sin riesgo de arrepentimientos.
Hoy, mientras su voz continúa narrando desde La marcha de los pingüinos hasta Todo Poderoso, Freeman demuestra que reconocer un papel desafortunado no empaña una carrera llena de logros. Su paso por Otelo sirve como recordatorio de que incluso las leyendas del cine son humanas y que, a veces, un error en el escenario fortalece la sabiduría y la autenticidad en la pantalla grande.