La conducción de anoche de los Globos de Oro, a cargo de Sandra Oh y Andy Samberg, pudo haber sido una de las menos memorables y simpáticas, pero hubo un detalle que nos hizo recapacitar en cuanto a lo mucho que han cambiado las cosas y como todo pinta para evolucionar aún más. Resulta que una de las bromas de los presentadores consistió en mandar a Jim Carrey, quien estaba sentado en las mesas del frente, a la parte de atrás, en donde se encuentra la zona donde se sientan los nominados por televisión, dado que el actor estuvo nominado por su nueva serie Kidding.
Carrey, obviamente, aparentó estar ofendido por haber sido relegado a una zona de 'menos categoría', y es que hasta hace poco la televisión era, digamos, la 'apestada' de los premios, una situación que esta cambiando cada vez más rápido y que puede ocasionar, que en un futuro cercano, la gente de televisión ocupe los lugares más importantes. Y quizá no debería decir 'televisión' sino streaming, y para ser más especifica: Netflix, ese gigante que en poco tiempo ha pasado de ser un servicio de contenido VOD para convertirse en uno de los productores de contenido más importantes actualmente, no solo de lo que hasta ahora conocíamos por televisión sino como una nueva manera de distribución y exhibición para el cine.
Netflix dominó anoche los Globos de Oro, superando en premios a los estudios tradicionales, ya no digamos a las cadenas de TV abiertas de Estados Unidos. Su producción de la cinta mexicana Roma le dio a Alfonso Cuarón el premio a Mejor película extranjera y Mejor director, mientras que su serie The Kominsky Method, se llevó el premio a Mejor serie de comedia y su protagonista, Michael Douglas, a Mejor actor en una serie de comedia o musical. Una enorme sorpresa, dado que de acuerdo a las predicciones los favoritos en estas categorías eran Bill Hader y su serie Barry. La misma sorpresa la dio Richard Madden y su Globo como Mejor actor de drama por la serie británica de Netflix: The Bodyguard.
¿Qué está pasando? Ayer, en la conferencia de prensa tras su triunfo, Alfonso Cuarón lo resumió muy bien cuando le preguntaron por qué había elegido a Netflix para producir, distribuir y exhibir Roma. El director respondió que había sido por la enorme avaricia de los grandes estudios, cadenas y distribuidores, que nunca le hubieran dado oportunidad a una película sobre una trabajadora doméstica, hablada en español y en blanco y negro, mientras que Netflix ni siquiera lo cuestionó. Si los grandes estudios no se ponen las pilas pronto, van directo a la extinción.