Desde su interpretación en American History X, donde encarnó a un neonazi en busca de redención, hasta su papel en El club de la pelea, donde dio vida a un protagonista atrapado en una crisis de identidad, Edward Norton ha demostrado su capacidad para sumergirse en personajes psicológicamente desafiantes. También ha brillado en películas como La raíz del miedo y Huérfanos de Brooklyn, consolidándose como un actor capaz de imprimir profundidad y matices a cada papel.
Sin embargo, a pesar de su fama por personajes rudos y conflictivos, Norton ha sabido explorar distintos registros en su carrera. En El escándalo de Larry Flynt, interpretó con gran acierto a un abogado defensor de la libertad de expresión, mostrando que podía manejar papeles más sutiles y realistas. Su incursión en el cine histórico llegó de la mano de Ridley Scott en Cruzada, un drama épico ambientado en la Tercera Cruzada que, si bien no tuvo el impacto de otras producciones del director, sigue siendo una obra destacada dentro del género.
Twentieth Century Fox
Cuando la actuación va más allá del rostro: el talento de Edward Norton
En Cruzada, Norton interpreta a Baldwin IV, el rey de Jerusalén, un monarca afectado por la lepra que gobernó con justicia y sabiduría a pesar de su enfermedad. Lo más impresionante de su actuación es que nunca muestra su rostro, ya que su personaje lleva una máscara de plata durante todas sus apariciones. A pesar de esta limitación, Norton entrega una interpretación magistral, transmitiendo autoridad, inteligencia y vulnerabilidad únicamente con su voz y su lenguaje corporal.
Uno de los momentos más memorables ocurre cuando Baldwin enfrenta a Raynald de Châtillon (Brendan Gleeson), un caballero cruzado cuya violencia ha puesto en peligro la frágil paz con el líder musulmán Saladino (Ghassan Massoud). En esta escena, Norton logra transmitir el cansancio físico de su personaje, pero también su inquebrantable determinación. Cuando exige que Raynald le dé “el beso de la paz”, revela su mano afectada por la lepra, un gesto que no solo humilla a su adversario, sino que también lo condena a compartir su enfermedad.
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Además de su interpretación vocal, la presencia física de Norton es clave para la credibilidad del personaje. En cada escena, su postura, sus pausas y la forma en que modula su voz refuerzan la idea de un rey que, a pesar de su enfermedad, sigue siendo una figura de autoridad. Ridley Scott comentó que para este papel no podían simplemente hacer que Norton sincronizara sus labios con una voz en off; necesitaban que realmente encarnara al personaje, y el actor lo logró con creces.
En comparación con otros papeles de su carrera, la actuación de Norton en Cruzada se destaca por su sutileza y su capacidad para transmitir emociones sin recurrir a recursos físicos evidentes. Mientras que en películas como El club de la pelea, dirigida por David Fincher, su interpretación dependía en gran medida de su expresividad facial y su energía en pantalla, aquí demuestra que es capaz de dominar una escena con apenas un movimiento o un cambio en el tono de su voz.