Desde hace más de una década, la ficción papal ha ido ganando terreno en el interés del público, incluso entre quienes no practican el catolicismo. Ya sea por curiosidad o por el atractivo del poder detrás del Vaticano, series y películas han encontrado en el papado un terreno fértil para el drama, la intriga política y el simbolismo religioso. Uno de los ejemplos más recientes es el fenómeno en torno a Cónclave, la cinta de Edward Berger basada en el libro de Robert Harris, cuyo interés creció con la enfermedad y posterior fallecimiento del Papa Francisco en abril de 2025.
La elección de Robert Francis Prevost como Papa León XIV ha hecho historia al convertirse en el primer pontífice nacido en Estados Unidos. A sus 69 años, este originario de Chicago ha captado la atención no solo por su nacionalidad, sino también por sus posturas críticas, como su rechazo a la visita insensible del vicepresidente JD Vance al Vaticano o su condena al asesinato de George Floyd. Su ascenso ha generado revuelo global, pero especialmente en su país natal, donde la figura de un Papa americano había sido hasta ahora pura fantasía o ficción televisiva.
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Antes de León XIV: así imaginó HBO a un Papa estadounidense
Y es precisamente en la ficción donde ya habíamos visto a un Papa nacido en EE.UU. Hace casi una década, HBO estrenó The Young Pope, una serie creada por Paolo Sorrentino y protagonizada por Jude Law. En ella, Lenny Belardo, convertido en el ficticio Pío XIII, asume el poder del Vaticano con un estilo autoritario, reservado y profundamente calculador. El personaje no solo rompe con la tradición del pontífice amable, sino que impone un reinado hermético y lleno de tensiones internas en la Curia romana.
The Young Pope impactó tanto por su estética como por su guion provocador. Lenny Belardo es un huérfano criado por una monja (interpretada por Diane Keaton) que lo protege frente a sus enemigos en el Vaticano. Su visión del mundo y del papado se presenta como una mezcla de fundamentalismo, carisma y misterio, alejándose de la imagen paternal y dialogante que el público asocia con la figura papal. Si bien se trata de un retrato dramático, a veces caricaturesco, la serie logró anticipar la fascinación global que despertaría la eventual llegada de un Papa estadounidense real.
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La historia continuó con The New Pope, segunda parte de esta audaz producción, que llevó los conflictos a niveles aún más impredecibles. Aunque no revelaremos spoilers, es suficiente decir que Jude Law volvió a brillar con un personaje cuyo magnetismo desafía toda lógica institucional. Con su mezcla de intriga vaticana, simbolismo religioso y giros de telenovela, la serie cimentó su lugar como uno de los retratos más osados y estilizados del Vaticano en la pantalla.
Antes de que existiera The Young Pope, el gran referente en cuanto a conspiraciones en el seno de la Iglesia era El Padrino III, de Francis Ford Coppola. Inspirada en hechos reales como la muerte repentina del Papa Juan Pablo I en 1978 o el escándalo del Banco Ambrosiano, esa cinta mostraba cómo la mafia y la fe podían entrelazarse en las alturas del poder. Sin embargo, Sorrentino, responsable de La gran belleza y Parthenope, llevó ese enfoque un paso más allá, con un estilo que combina provocación visual y una narrativa cargada de simbolismo.
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Ahora que el mundo se adapta a la figura del Papa León XIV, vale la pena regresar a esta ficción televisiva que, con todos sus excesos y licencias, imaginó lo que parecía imposible: un estadounidense al frente del Vaticano. Puede que la realidad sea menos dramática que la serie, pero el interés del público por los pasillos secretos del poder papal no hará más que crecer. Y para eso, nada mejor que sumergirse en esta producción que adelantó, con visión e irreverencia, lo que hoy es historia.
