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    El cine mexicano en el sexenio de Peña Nieto

    Un análisis de las películas y la herencia cinematográfica que nos dejó este turbulento periodo.

    Hay una decena de cintas que son una fotografía del peñismoEn 2014, el mismo año de la comentadísima portada 'Saving Mexico' de la revista Time, apareció la crítica sexenal de Luis Estrada con La dictadura perfecta, quien hacía mofa de un mangoneable presidente impuesto por una televisora... justo el sentimiento de esos primeros años de gobierno. La cinta abre con un mandatario bien parecido, perfectamente peinado, diciéndole al embajador de EEUU, en un inglés inintelegible, que los mexicanos están listos para hacer los trabajos que ni los negros quieren hacer (a su favor, esta frase la dijo Fox).

    "Yo le paso este mensaje al presidente Obama" –le responde al diplomático mientras los ciudadanos se ríen de la ineptitud compartiéndose memes. El exgaribaldi Sergio Mayer hace una certera caricatura del presidente entrante con todo y la icónica frase: "No soy la señora de la casa" –esa sí dicha por él– tras preguntarle el precio del kilo de tortillas. De todas las profecías de la cinta –incluida una coalición tripartita hasta entonces imposible– nadie pensó que ese mismo actor se convertiría en el Presidente de la Comisión de Cultura y Cinematografía de la Cámara de Diputados. Mucho menos representando a un partido que se fundó ese mismo año y que ahora ocupará la presidencia.  

    En otro asunto espinoso, la migración (tema duramente actual por la caravana migrante y uno de los problemas más explosivos que se hereda a la siguiente administración), es La jaula de oro de Diego Quemada-Diez, la fundamental sobre el tema. Ésta retrata el penoso camino de tres niños centroamericanos en su paso por México para llegar a los Estados Unidos. Todo para comprobar que quien llegue, llegará a un lugar que no lo quiere... La jaula de oro es la película más premiada en la historia del cine mexicano. Una mención para Carne y arena de Iñarritu, reconocida con un Oscar honorario por el uso de la realidad virtual para documentar los horrores que soportan los que cruzan sin papeles a EEUU. 

    El otro puñetazo del 2013 llegó cuando Amat Escalante horrorizó a Cannes con la violencia del narcoestado presentada en Heli –cinta que le daría el premio a Mejor director de manos de Steven Spielberg. En la conferencia de prensa posterior, una periodista le dijo al cineasta que canceló su viaje a México tras haber visto la película. Y es que detrás de la primordial escena en la que le queman los genitales a un joven aprendiz de policía, pocos vieron que Heli también retrataba la descomposición  social, el limbo en el que se encuentran los jóvenes, el creciente embarazo adolescente, la separación de las familias, el tráfico de armas, incluso y más en específico, el apogeo de las armadoras en Guanajuato a cambio de empleos mal pagados. Amat Escalante retrató la herencia del panismo en el poder que, lamentablemente, poco o nada cambió con el regreso del PRI. Podríamos decir que esa es la escena cinematográfica más icónica del sexenio. No es difícil encontrar vasos comunicantes con su su siguiente trabajo La región salvaje que le dio el premio de Mejor director en Venecia y sufrió como pocos para estrenarla comercialmente. Incluso con 600 millas de Gabriel Ripstein, agregándole a todo esto la intervención de Estados Unidos en los temas nacionales para complicar más las cosas; otra muestra de que ellos ponen las armas y nosotros la sangre. 

    Y por supuesto, la no-ficción no se queda atrás. Documentales como Los reyes del pueblo que no existe de Betzabé García (2015) y Tempestad de Tatiana Huezo (2016) en donde se les da voz a las víctimas reales de la violencia, ya sea por desapariciones forzadas o por haber sido desplazados. O yendo un paso más allá, como lo hizo Everardo González con La libertad del diablo (2017), en la que además de las víctimas, también los victimarios, incluidos exmilitares, tienen voz detrás de una máscara que de tan simple resulta terrorífica. Agreguemos también Hasta los dientes de Alberto Arnaut, que presenta un mediatizado crimen estudiantil en el 2010, pero en el que de alguna forma u otra, aparecen un par de políticos que se candidatearon a las presidenciales del 2018.

    Aunque esté lejos de ser una cinta esencial, vale la pena mencionar el caso de Chapo, el escape del siglo de Axel Uriegas por la sombra en la que se convirtió Joaquín Guzmán Loera para la administración. El prófugo fue recapturado de su segundo escape el 8 de enero de 2016 en Los Mochis y la cinta sobre su fuga se estrenaba el 15. ¡Vaya forma de darle publicidad a una cinta! O de arruinarla. La vorágine mediática del tema estaba en los noticiarios de la TV, no en el cine, así es que con pósters impresos y todo, los productores prefirieron rebautizarla como Capo, el escape del siglo intentando despegarse de aquel personaje que en lugar de escapar para vengarse de los que lo traicionaron... en la vida real volvía a prisión. Un año después aparecería el mediocre documental protagonizado por Kate del Castillo, Cuando conocí al Chapo y a todos les dio por opinar. Su leyenda –la del Chapo no de Kate– se hizo material de serie de televisión por la peruana Silvana Aguirre. 

    Lo mil veces dicho: la ficción constantemente superó a la realidad.

    Continúa:  Ayotzinapa: La mancha imborrable 

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