‘Hombre lobo’: Entre el body-horror y el drama familiar; una nueva visión del mito
por Luis Fernando GalvánA lo largo de las décadas, el hombre lobo ha sido protagonista de numerosas historias de terror centradas en las transformaciones físicas y la ira descontrolada que lo caracterizan. Esta icónica criatura ha sido clave para Universal, que ha intentado explorar su mito en varias ocasiones, incluyendo el clásico de 1941 con Lon Chaney Jr. y la versión de 2010 con Benicio Del Toro. Ahora, llega Hombre lobo, la reinterpretación dirigida por Leigh Whannell, quien ya demostró su capacidad para reinventar monstruos clásicos con El hombre invisible, donde transformó la historia del filme de 1933 en una impactante alegoría sobre el abuso emocional y la manipulación con una brillante Elisabeth Moss.
Esta nueva historia se centra en Blake (Christopher Abbott), un escritor en Nueva York que ha dejado su carrera para ser un padre de tiempo completo de su hija Ginger (Matilda Firth). Su matrimonio con Charlotte (Julia Garner), una periodista frustrada, atraviesa una crisis que los enfrenta tanto emocional como verbalmente. Cuando Blake recibe la noticia de que su padre ha sido declarado oficialmente muerto tras años de desaparición, hereda la casa familiar en Oregon. Viendo una oportunidad para recomponer su vida, Blake decide mudarse a esta región rural con su esposa e hija. Durante el viaje, el camión de mudanza es atacado por una misteriosa criatura que hiere gravemente a Blake, desencadenando una noche de terror.
Cuando Blumhouse le propuso dirigir Hombre lobo, Whannell inicialmente se mostró reacio, pero pronto encontró un enfoque que lo inspiró. En lugar de intentar superar las transformaciones icónicas del género, como la memorable escena de Un hombre lobo americano en Londres diseñada por Rick Baker, optó por anclar la historia en un terreno emocional y humano, mostrando la figura de Blake como un padre ejemplar y esposo dedicado, pero emocionalmente distante debido a un pasado lleno de traumas familiares, incluyendo un padre violento y una madre enferma.
La película introduce a Blake en su infancia, cuando su padre lo lleva de caza en un intento por enseñarle a sobrevivir en la naturaleza, desde rastrear animales hasta identificar hongos silvestres. Whannell plantea aquí un contraste entre la belleza y la brutalidad del entorno, construyendo una atmósfera ominosa donde la naturaleza se convierte en un personaje más. El bosque, envuelto en una densa neblina, es un escenario implacable donde los árboles parecen cerrarse a su alrededor y cada crujido de las hojas secas bajo sus pies resuena con una inquietante claridad. En este contexto, la tensión entre padre e hijo se intensifica, reflejando no solo la exigencia de Grady sobre Blake, sino también la sensación de vulnerabilidad ante un entorno que parece estar siempre al acecho.
Este cautivante prólogo se conecta con la época presente. Esos recuerdos reprimidos resurgen, afectando las dinámicas de su familia y marcando su transformación monstruosa. La película toma como base dinámicas narrativas clásicas, con referencias a obras como La noche de los muertos vivientes de George A. Romero y algunos jumpscares bien calculados. No obstante, el corazón de Hombre lobo se encuentra en otro lugar: en la lucha interna de un hombre marcado por la figura autoritaria de su padre, quien busca desesperadamente convertirse en un padre mejor. Esa lucha, sin embargo, es saboteada por un mal que va apoderándose de él, convirtiéndolo en una amenaza para su propia familia.
Whannell toma inspiración de La mosca de David Cronenberg para representar el deterioro físico y mental de Blake enfocándose en la pérdida de las facultades comunicativas del metamorfo, es decir, el hombre transicionando hacia lo animal. Justo ahí radica una de las ideas más interesantes del filme: la perspectiva del protagonista durante su transformación. La amplificación de sus sentidos le impide comunicarse con Charlotte y Ginger, sumergiéndose en un aislamiento aterrador. Aunque el concepto de esta nueva exploración del body horror es prometedor, su ejecución resulta apática. Conociendo el pasado de Whannell, el director de La noche del demonio 3 y Upgrade: Máquina asesina no parece interesado en crear una película sangrienta y perturbadora, pero tampoco logra ofrecer un thriller contundente sobre la naturaleza humana.
Whannell pretende construir una dolorosa metáfora sobre la toxicidad masculina, trazada desde la perspectiva de Blake, quien se ve confundido y desorientado por los cambios que experimenta. Este enfoque representa un giro interesante pero poco efectivo, en gran parte porque la película nunca termina de comprometerse con su propia alegoría. Si bien la transformación de Blake simboliza la lucha interna contra un legado de violencia heredado de su padre, la exploración de este conflicto rápidamente se desvanece. La narrativa plantea la idea de un hombre atrapado en su propia naturaleza destructiva, pero no profundiza lo suficiente en su psique ni en el impacto de su metamorfosis en su familia.
En lugar de desarrollar el horror desde una perspectiva íntima y psicológica, la historia se diluye en una serie de escenas que privilegian el espectáculo visual por encima de la introspección. Además, el personaje de Charlotte, quien podría haber servido como un contrapunto emocional clave, carece de la profundidad necesaria para equilibrar la historia, reduciendo la dinámica familiar a un conflicto esbozado en lugar de una tragedia plenamente desarrollada. Así, la metáfora de la toxicidad masculina termina sintiéndose más como una idea inconclusa que como un pilar narrativo sólido, dejando la película atrapada entre la intención y la ejecución.